martes, 29 de diciembre de 2009

Artículo de Gabriel Zaid

Gabriel Zaid publicó en Letras Libres un artículo titulado "Malthusiana".
Thomas Malthus fue quien descubrió en el siglo XVIII que la población mundial crece en proporción geométrica, mientras que los alimentos a nivel mundial sólo crecen aritméticamente. Es decir, de forma lineal: la gente crece más rápido que los alimentos. El artículo pinta un panorama inquietante (desconcertante, deprimente, etc.): la predicción de que habrá más escritores que lectores en un futuro. En este caso, los escritores crecen aritméticamente y los lectores proporcionalmente (la mayoría de escritores son lectores, por lo que objetaría que no pueden crecer escritores geométricamente sin que crezca al menos de la misma forma el número de lectores, pero imagino que se refiere sólo a los lectores que no escriben).

domingo, 27 de diciembre de 2009

La mujer vieja se recuesta pensando



La mujer vieja se recuesta pensando algo lento pero eterno. El cabello cubre la mitad del rostro de una mujer joven que extiende su mano para alimentar a las aves del jardín. El día podría estar por acabarse, pero su actitud no es la misma que la de otras tardes del mes en curso. La respiración de un dios hace nueva la monotonía. La mujer joven puede pensar en vestidos, en ropa nueva o en su amante lejano. Detrás de ellos, alguien piensa que podría ser el último día de las dos. O el último día del universo. Pero que morir alimentando a las aves puede valer la pena en cualquier lugar.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Serie negra


Gracias a una tarde de domingo más o menos tediosa en el trabajo, me enteré, por medio del blog Algún día en alguna parte de la aparición de una revista sobre novela negra. Se ve buena. El proyecto es impulsado por la editorial RBA.

P.D.: Fruto del mismo tedio es la presente entrada.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Premios

Rubén Nájera, quien se identifica como dramaturgo, ganó con el poemario Las aguas del olvido el V premio mesoamericano de poesía Luis Cardoza y Aragón, auspiciado por la embajada de México en Guatemala. El poemario tiene textos valiosos, pero son más los que resultan demasiado sosos, lentos. También existe en ellos un aire naturalista realista, enfrascado en descripciones minuciosas. Aún hace uso excesivo del hipérbaton, lo que relega a los versos violentos. El premio fue entregado la semana pasada y el texto está editado con Editorial Cultura.

En el mismo escenario: el Centro Cultural Luis Cardoza y Aragón, se hizo entrega del Premio de Novela Corta Luis de Lión a Byron Quiñónez, por su novela Aquí siempre es de noche. Habrá que leerla.

sábado, 28 de noviembre de 2009

A modo de despedida: Whitman

Vale ponerse cursi: una etapa de mi vida terminó (un lugar común absurdamente melancólico, pero en fin), como terminó esa etapa en la vida de gente con la que durante cinco años viví. Conocí. Terminó la cercanía de la cotidianidad. La presión del próximo examen y las burlas que hacíamos de algunos profesores. Suena poco. De hecho, es algo que a cualquiera le pasa. La importancia –poca, mucha, ninguna– que le den al hecho no demerita la certeza de un cambio único en nuestras vidas.

A propósito, releí un poema de Whitman que me pareció oportuno, del que cito un fragmento. Lo saqué de internet, por su inmediatez (www.amediavoz.com) y vale decir que por ustedes, amigos, se icen banderas y los clarines clamen. Que sean para ustedes los ramos, las coronas, las cintas. Que la multitud se arremoline, llore al verlos terminar este viaje. Felicitaciones. No tengo mucho más que decir, quizá porque sea tanto lo que haya que decir que sería absurdo tratar de resumirlo en un par de líneas. Los recordaré a todos.

"Oh Capitán, mi Capitán:
nuestro azaroso viaje ha terminado.
Al fin venció la nave y el premio fue ganado.
Ya el puerto se halla próximo,
ya se oye la campana
y ver se puede el pueblo que entre vítores,
con la mirada sigue la nao soberana.

Mas ¿no ves, corazón, oh corazón,
cómo los hilos rojos van rodando
sobre el puente en el cual mi Capitán
permanece extendido, helado y muerto?

Oh Capitán, mi Capitán:
levántate aguerrido y escucha cual te llaman
tropeles de campanas.
Por ti se izan banderas y los clarines claman.
Son para ti los ramos, las coronas, las cintas.

Por ti la multitud se arremolina,
por ti llora, por ti su alma llamea
y la mirada ansiosa, con verte, se recrea.
(...)
Anclada está la nave: su ruta ha concluido.
Feliz entra en el puerto de vuelta de su viaje.
La nave ya ha vencido la furia del oleaje.
Oh playas, alegraos; sonad, claras campanas
en tanto que camino con paso triste, incierto,
por el puente do está mi Capitán
para siempre extendido, helado y muerto".

viernes, 27 de noviembre de 2009

Un volcán de fotos

Un volcán de fotos. Apenas se disipa la noche. Suena un radio tocando algo viejo. Cualquier cosa. Gardel o José José. No importa. Tocan la puerta sin que alguien abra. La calle está lejos de parecerse a dios. La vida es una pluma que cae hacia algún sitio que arde. Un volcán de fotos en una pira. Las imágenes no ayudan. No dicen mucho. Un grupo de personas fingiendo sonreír y viendo a la cámara. En ese momento pensaron ser felices. La memoria falla. Al fondo, un cerro azul en el que una familia podría vivir feliz por siempre. El sol cae en alguna otra. En otra, una niña de bonita sonrisa parece interesarse en la lectura. El pasado es una hoja de papel con tinta. Un cuaderno inconcluso.

El fuego espera: humo.

Fotografía: Bill Brandt, El hogar.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Borges

De hablar de Borges, hace unos días soñé que venía a Guatemala. Lo encontré en la librería SOPHOS y hablaba de La invención de Morel y de la obra de Henry James. Nunca recuerdo los sueños luego de unos minutos de haber despertado. Los leo de una especie de diario de sueños que llevo desde unos años. Un vicio. Una costumbre malsana y caprichosa. Por eso, no puedo decir que el título de Bioy o que las palabras sobre Henry James, o que el sueño mismo sean ciertos.

jueves, 1 de octubre de 2009

Intruso

La habitación parece estar vacía. El techo la hace parecer más pequeña. El tambor pálido de la lluvia. La tarde cae. Sobre el escritorio se apilaban unos libros: La invención de Morel, Poemas de Miguel Hernández, El arte de la fuga y Maqroll. A excepción de un libro de Valéry, todos eran de autores nacidos en América Latina, como él, pensó Juan. Siguió caminando, bastaba recorrer con paso lento los tres metros que la comprendían. La computadora tenía polvo. No había llegado allí a encender la computadora ni a leer los títulos de los libros, así que se sentó sin mirar para atrás. Tenía hambre, pero recordó que el hambre era necesaria. Sintió un hálito de vida bajo sus pies. Le vino a la cabeza algo que había leído en un libro de cuentos de Saroyan: “Todas las cosas eternas en nuestras palabras”. Eso le hizo pensar en algo parecido a la felicidad, una felicidad inconcreta. Irreal. Casi inexistente. Al ahondar mucho, mucho dentro del hambre quizá se había concretado un poco de comprensión. No había que perder el tiempo. Sin embargo, abrió uno de los libros que no podía comprar. Se sentó. En el suelo había una pequeña pila de periódicos tan recientes como viejos. Las noticias no eran indiferentes, sino que estaban lejos de la verdadera realidad. Lejos de cualquier cosa que pudiera importar. Vio el reloj: ya quedaba poco tiempo así que se decidió a hacerlo de una vez. “nunca más” pensó, pero sintió los pasos de alguien que se aproximaba tras la puerta: ya no podía hacer nada. Los segundos subsecuentes fueron confusos. Sintió aproximarse los pasos, el dueño seguramente metía la llave en el cerrojo. Al voltear, la puerta ya estaba abierta y su rostro, imponente, se dibujaba con un gesto parecido a una sonrisa.

lunes, 24 de agosto de 2009

Borges: el lento crepúsculo



Hoy se cumplen 110 del nacimiento de Joge Luis Borges.

Es decir, hace 110 años que el mundo conoce a Borges.

Uno lo sabe detrás de los estantes de la Biblioteca de Babel. Escudriñando refundido sus idiomas, sus circunferencias, su música.

A los diez años hizo su primera traducción. Luego escribió un manual de animales fantásticos, fruto de la sorpresa de la literatura. Sorpresa que perduró hasta el último día de su vida. Lo imagino sorprendiéndose aún con la relectura de The Paradise Lost, o repasando La Divina Comedia en el italiano que Dante le enseñó. Borges: lector universal.

Piglia lo describe en el primer capítulo de El último lector. Aquel viejo, casi ciego ya, que trata de descifrar lo que dice un libro que tiene ‘Pegado al rostro’ en una biblioteca de México. Un mito.


En otro libro de Piglia –Respiración artificial– se sostiene que Borges es un escritor del siglo XIX nacido en el siglo XX. Y que el primer escritor moderno de América es Arlt. Tal vez sea cierto, pero a Borges se le debe mucho. Es el escritor hispanoamericano más universal del siglo XX, independientemente de las supuestas deudas morales que aún se le reclaman. Le debemos a él, el haber descubierto la broma literaria. La apuesta de manos llenas por la ficción. El amor puro por la literatura. Literatura, en fin.


Uno no es quien para juzgarlo, pero quizás esté hoy deambulando con su presencia tranquila, como un fantasma, por la biblioteca infinita que soñó como paraíso –o infierno–. Quizás hasta pueda hablar con Lugones y Homero, o aquellos extraños guardianes de la Biblioteca de Babel que presintió. Viendo vacía la banca que estaba en Boston y en Ginebra. Caminando por Tlön o inventando nuevos libros. Escribiendo, al fin, la novela infinita de su vida, el "lento crepúsculo de su vida". Diciendo que todo lo que tiene que decir cabe en un cuento.

lunes, 17 de agosto de 2009

Regreso

Recorro de nuevo la carretera que lleva a El Jícaro. Por primera vez significa tanto para mí un cementerio, una rosario, una cruz de madera, un ramo de flores. La tierra es caliente, árida; el bosque seco y espinoso. Pude ver cambiar la entrada al pueblo desde que fui niño. Recuerdo que para entrar, había que esperar la canoa de Miguel, que hacía viajes cortos de una a otra rivera como pasando el Aqueronte no del infierno, sino de un paraíso con clima infernal. Recordé Comala.

Las calles hirvientes fueron las mismas que me vieron ir a la escuela por primera vez. Las que me vieron caminar hacia la iglesia de la mano de mi abuela, y las que volvieron a verme caminar hacia la misma iglesia, cargando su féretro.

Allá no nacen flores –al menos, no de las que pone la gente frente a las tumbas–. Para llorar y adornar a sus muertos, la gente hace flores de papel y complementa los arreglos con hojas de limonario, un arbusto que siempre es verde. Llegamos media mañana y no pasamos a la casa, sino a la tumba. Allá nos esperaba ella, aunque debo admitir que estaba más bien confundido y triste porque su ausencia era más cercana en el lugar donde me despedí de su caja.

Llevamos flores del mercado de Mixco. En un acto mecánico, desespinamos las rosas, las pusimos en la jardinera y las regamos con el agua que llevábamos (tampoco había agua). A ella siempre le gustó diferenciarse de las personas por una ventaja. Un adorno que saliera de lo común. Le gustaba que la gente preguntara por su origen y sus nietos. Cuando llegó a El Jícaro por penúltima vez lo hizo con un sombrero de paseo y lentes oscuros, para Semana Santa. La última vez regresó de forma definitiva en el carro de una funeraria.

Cuando salí de mi pueblo para estudiar en Guatemala en el Subaru viejo de mi padre, lo hice con la certeza de que un día regresaría. Hoy la he perdido, me da miedo pensar que sólo podré regresar vestido de madera, o quizá ni así.

A donde sea que vaya, perteneceré a El Jícaro. Ahora estoy convencido de que esa es una de las pocas certezas que puedo tener respecto a mi futuro. La otra es la certeza de mi muerte. La Diega, que me cargó y me crió cuando era menos que niño (me criaron muchas mujeres) me preguntó cuándo regresaría “de una vez”. Entonces sentí el miedo que se siente al pensar en el propio funeral. “Ay Diega, no sé”, respondí, y la abracé para despedirme.

lunes, 20 de julio de 2009

poema

viernes, 17 de julio de 2009

Bolaño


El pasado miércoles 15 de julio se cumplieron seis años de la muerte de Roberto Bolaño. Murió de insuficiencia hepática, y con él se llevó el final de 2666. Un proyecto literario sin precedentes que concibió para patrocinar la educación de su hijo Lautaro, cuando él faltara. Tal vez murió recordando a Mesmer, candidato de salvación al hipo de Vallejo en ‘Monsieur Pain’. O pensando en qué final darle a su novela.

A Bolaño lo leí casi al mismo tiempo que conocí a Piglia y a Auster. Escritores que marcan de una u otra forma, un cambio de rumbo en la obra de cualquier intento de escritor contemporáneo. Su muerte representa la consagración de su obra. Hasta ahora se mantiene como el referente generacional de los escritores actuales. El mito poético que los jóvenes contemporáneos buscan en la literatura, como Lima y Belano buscaron a Cesárea Tinajero en ‘Los detectives salvajes’.

Confesaba ser un ‘lector que escribe’. Lejano a la erudición (no por conocimiento, sino por actitud), los títulos que menciona son tomados como mensajes personales, como lecturas obligadas de alguien que tuvo el criterio de reafirmar y reconstruir un canon especialmente latinoamericano. Sobre todo porque sobre el ritmo vertiginoso que actualmente lleva la literatura, uno se ve impresionado por alguien que asumió su papel como escritor. Cuando le pidieron un consejo para los jóvenes que escribían, dijo: “les digo que ser escritor es una profesión”.



Bolaño fue un poeta real, capaz de soportarlo todo, como él mismo dijo en ‘Llamadas telefónicas’: “Un poeta puede soportarlo todo”. Uno no lo conoce, pero lo recuerda en sus obras. En sus entrevistas. Recuerda al joven miope robando libros en el DF o en Santiago. Recuerda, sobre todo, al autor de ‘Los perros románticos’, al amigo de Mario Santiago y admirador de Enrique Lihn. Al guardián misterioso del camping que retrató en ‘Los detectives salvajes’. Al Bolaño cuarentón o cincuentón que era el que salía en las entrevistas. A Arturo Belano, carteándose con Sensini, buscando los concursos vigentes para ganar unas monedas extras. A la hija de Sensini, tocando mojada la puerta del apartamento de Belano. Al poeta que estuvo solo, que escribió y que creció solo y que fue descubierto por Herralde e inmediatamente publicado y consagrado, ya en los últimos años de su vida.

lunes, 6 de julio de 2009

May


El lunes 29 de junio murió mi May. Le gustaba la comida grasosa: los chorizos, los tamales y que le tomaran fotos.

Había comprado mis entradas para el Ballet Clásico de Moscú el sábado 18. A las cinco de la tarde llamé a Ariel para contarle que no iría, pues ese día, minutos antes de que saliera de casa, mi May no pudo hablarme. Luego de que mi madre me dijera que fuera a su cuarto para ver cómo la escuchaba. Abrazado sobre su pecho le dije “qué pasa May, qué me querés decir” y ella se echó a llorar.

La llevamos al hospital y de regreso pasamos por un helado, que fue producto de su antojo (tal vez el último, nuestro último momento feliz). Parecía no tener nada y reímos mucho esa noche. Como a las nueve llegaron a casa mis Padrinos. Se le volvió a trabar la lengua, pero más levemente. El domingo me hizo mi almuerzo y llegué el lunes diciéndole que estaba delicioso, que qué le había dicho el doctor. Entonces me dijo: “Ahora sí me asusté”, y yo pensé que ya no pasaría nada si seguía su dieta y tomaba sus medicamentos, pero ese martes, 19, al salir del trabajo, mi madre me llamó contándome que la llevaba al hospital. Luego la llamé y estaba llorando. La llevamos a casa para tomarle una resonancia del cerebro. Esa noche durmió en casa y a la mañana siguiente llegó mi tía Leonor con tío Rony. Al verlos, volvió a llorar. La sacamos en ambulancia para las resonancias, y al llegar al hospital estaba peor. Mi May durmió fuera de casa la noche del miércoles, el jueves, el viernes, el sábado, el domingo y el lunes falleció a las cinco de la tarde, y cada día de su agonía fue también, en cierto punto, la agonía de nosotros. Sé que me escuchaba.

Fue imposible tratar de hacer un recuento de la gente que llegó al funeral y al entierro. Era mucha, familia en su mayoría. Mi May era el símbolo de unión de la familia Orellana. Nuestro vínculo (quizás el último) con familia que sólo ella conocía.

El siguiente texto no es un texto literario. No tiene pretensiones de serlo. Es sólo un tributo a una de las tres personas que más quiero en el mundo.



***




No sé si vos sospechaste alguna vez lo importante que fuiste para todos. Si supiste cuánto te quería. Te escribo por los que quedamos.


Te escribo por mí. Porque ahora vivimos con tu verde atravesando la garganta, con un puchero escondido que tu recuerdo cifra como una luz más clara que tus ojos.


Te extrañamos tanto que donde sea que estés, nos gusta pensar que estás bien, y que podés ver, descubrirnos como somos cada día que nos levantamos sin vos. Sin darte los buenos días. Sin preguntarte qué tal pasaste. Sin apretarte las rodillas ni besarte la frente. Nos gusta pensar que nos estás viendo cuando rezamos por tu alma. Cuando acompañamos con toda la familia a despedir tus restos.


La patria se nos está cayendo May, bajo tu mirada premonitoria. Y es que desde que te fuiste no ha dejado de llover. Imaginate cómo estamos sin poder volver a ver tus grandes ojos grises o verdes.


Si he de ser feliz, te lo debo a vos; como te debo a vos lo que hiciste de mí durante 21 años de maternidad consolidada. Lo que sea que haga en mi vida, o en la vida de los otros, lo haré con tu mirada sobre mi espalda, pensando que estarás ahí, sintiéndote orgullosa o avergonzada. Sintiendo que el invierno del mundo perdurará, que el planeta será cada día más gris, pero que vos, May, ahí estarás en lo quede de verde. En lo que quede de vida en esta vida. Ahí estarás. Y por eso he de seguir siendo. Porque todo lo que me diste, todo lo que nos diste no se paga ni con una vida consumada. Por vos May, Gracias.

jueves, 18 de junio de 2009

La Universidad, la vida y lo que acontece cuando ambas cosas se cruzan (por Ariel Mundo)

Desde que tengo memoria, siempre sentí que aquellos que se encontraban en un nivel inmediato superior al mío en materia académica debían ser la nueva raza de semidioses. Y así sucedió que cuando estaba en primero primaria me asombraba de ver que había gente en sexto primaria –lugar donde creía yo enseñaban cosas sumamente complicadas, y que siempre habrían de escapar a mi entendimiento–. Y la situación se repitió en cada año siguiente de la primaria, el básico y el bachillerato. Entonces tomé conciencia de que había hecho el camino que había considerado la mayoría de las veces irrealizable, una nueva Odisea donde todos morían valientemente intentando conquistar el éxito.

Pero entonces llegó el día en que entré a la universidad, y tal vez de la misma forma que yo, muchos se sintieron asombrados de haber logrado tan alto honor: después de todo ¡Sólo el 1% de la población logra llegar hasta ese nivel!. Y así fue como comenzó este camino que ha tenido de todo a medida que hemos avanzado, y si cambio de singular a plural la connotación de esta historia/testimonio/folletimonio –como decía Mario Roberto Morales–, es porque últimamente nos ha dado en filosofar con el dueño de este blog sobre todo lo que ha pasado en estos cinco años, porque de repente caemos en cuenta de que esto está por terminarse y entonces, ¿qué hemos de hacer al salir al mundo “real”?

Del tiempo que llevamos metidos en esto nos dimos cuenta de varias cosas: Los amigos con los que entramos ahora los vemos de vez en cuando, de prisa y entonces caemos en cuenta que se han vuelto conocidos, ya no son amigos como antes. El primer semestre es una explosión de gozo porque al fin nos sentimos libres y queremos experimentar esa vida de la U de la que tanto hemos oído; luego a medida que pasa el tiempo vemos que la cosa no está sólo de vacilar y pasamos a refunfuñar constantemente sobre la carrera que elegimos y sobre los sacrificios que hay que hacer. Y para cerrar con broche de oro las penas y tristezas, la señal patente de que uno ya lleva tiempo en esto es que al comenzar la U uno se desvela de lo lindo, está joven y tiene energía a raudales… pero llega el día en que desvelarse es el pan de cada día y uno está cabeceando en casa o en el trabajo.

Muchas veces nos ocurrió que un profesor dijo “en este tema ni necesito darlo pues Uds. Ya lo vieron en su clase de…” a lo que seguía una serie de miradas furtivas entre los compañeros cercanos para concluir que el tal conocimiento nunca lo vimos y que si entonces no tuvimos muchas clases y en su momento lo celebramos, ahora el tiempo perdido ya es irrecuperable.

Pero no todo es triste, porque durante el camino se hacen nuevas amistades, se cambian criterios y va tomando forma el yo en nosotros de manera definitiva –para bien o para mal–. Además, no faltan las anécdotas en cada clase como el de alguien que se enteró de que había parcial al día siguiente, el que estaba tan borracho que se durmió en la clase, y las muchas veces que estábamos haciendo la tarea o estudiando quince minutos antes de entrar a clase.

Y supongo que todo este proceso y todas estas cosas acontecen a todos, no importando la carrera que sigan, porque así es como viene sucediendo desde tiempo inmemorial y así seguirá siendo.

Así que para dar fin a esta primera parte de este ensayo –porque me faltó tocar varias cosas- sólo puedo decirles a todos aquellos que visiten este blog cuando lean esto han de caer en una de cuatro categorías posibles:
Los que ya pasaron este martirio: Brinden por nosotros! Y ríanse de todo lo que ya pasaron.

Los que están a mitad de la travesía: Sigan y sepan lo que quieran, porque al final eso es lo importante de todo esto.

Los que están por entrar: Seguramente estarán pensando “estos que publican están locos” y sí estamos locos a sus ojos, ya nos contarán en 3 o 4 años.

Los que estamos terminando esto: Bueno, ¿qué más puedo decir?

A la memoria de los que comenzaron, siguieron, se quedaron, se han ido para regresar y los que se han ido para no volver jamás…

domingo, 14 de junio de 2009

Temporada de béisbol


“¡Comenzó la temporada de Beis!”, me dijo con un brillo inexorable en los ojos un amigo que seguramente no sabe lo que para mí significa ese deporte que nunca he entendido del todo y por culpa del cual salgo tarde los fines de semana que estoy de turno en el periódico; y que aparte me valió muchas decepciones en el colegio que fueron de alguna forma causantes de cierto temor deportivo que conservo, porque no podía con la fuerza que le daba al bate y generalmente luego de que hacía el movimiento abrupto con el que la pelota nunca salía impulsada poéticamente por los aires, éste salía volando hacia atrás, o adelante o hacia el ‘pitcher’, quien seguramente pensaba que mi intención era matarlo y no darle a la pelotita y hacer ganar de forma heroica a mi equipo, cuya victoria en realidad me importaba muy poco en la mayoría de los casos. Prefiero evitar la descripción de mi actuación cuando el equipo defendía.

Los fanáticos del deporte, en cambio, me caen muy bien. Es fácil conversar con ellos y cuando uno toca el tema que les gusta, generalmente entabla una plática monologada muy amena y deliberada en la que las intervenciones propias se remiten a afirmar con una sonrisa: “sí vos, ese cuate es bueno”, o aprendiendo expresiones propias del argot beisbolero: “sí vos, la mandó a la mierda (refiriéndose a la pelota, claro)”, o “tiene buen brazo”, etcétera. Después de lo cual uno puede saltar con extraña libertad a cualquier otro tema.

Lo “bueno” de la temporada de beis es que en lo que termina el partido uno puede escribirle a viejos amigos o estar al día con las actividades culturales (a las que no se puede asistir por esperar el resultado de los partidos), o engrosar la lista de “libros que compraré luego de sacarme la lotería”. Además, da tiempo para pensar que se olvidó en casa la poesía completa de Caeiro, razón por la cual uno tiene que conformarse leyendo revistas en internet o ‘e-books’ con los que nunca se logra la constancia deseada. Espero que este partido termine pronto.

lunes, 1 de junio de 2009

Agradecimiento

Reseña en Luna Park.

http://www.revistalunapark.com

De nuevo muchas gracias a Vania y a Carmen Lucía por el espacio y felicitaciones por la revista.

domingo, 17 de mayo de 2009

Benedetti



Recuerdo que no había cumplido diecisiete años y que guardaba el dinero de la refacción para ir a un café internet con un disquete. Abría un documento de Word y bajaba poemas de Benedetti. Vivía sólo con mis primas. Si en la computadora había tinta imprimía los poemas recién adquiridos. Alguna vez intenté aprenderme uno.

Puede que hasta cierto punto el volumen literario de su creación junto con la voluptuosidad del mercadeo en torno a su imagen opaquen la apreciación de su calidad. Puede que posea una calidad extraña, que sea apreciable en la adolescencia (como dice Meza).

No sé si leeré de nuevo una obra suya, y jamás estuve pendiente de sus publicaciones (ni siquiera cuando trabajaba en sophos); pero estando en el bachillerato me acuerdo que recité aquel poema de “así estamos/ consternados/ rabiosos”, en ese entonces pensaba que decir un poema de memoria era valioso. No voy a declarar una idílica relación con el autor uruguayo. De algo estoy seguro y no lo digo solamente por una experiencia personal: Benedetti es el autor de adolescencia de muchos –y -me atrevería a decir que de la mayoría- autores contemporáneos.

Muchos jóvenes sin mayor pretensión de convertirse en escritores son lectores de Benedetti. Una dramatización injusta sería decir que fue algo así como el Corín Tellado de la poesía. Obviamente alguien quisiera lincharme pero si me dejan que explique, hablo de la importancia por su labor de difusión. Benedetti escribía poemas sencillos que… algo tenían para que casi todo tipo que supiera leer y que tuviera sus ratos melancolicoides y se las llevara de profundo los leyera. En fin, murió un Quijote de la literatura. Alguien que además, supo aprovechar las oportunidades de publicación y difusión de su obra. No fue un mártir, pero sí un trabajador de las letras que estaba consciente de lo que significa ser escritor. Lo menos que uno puede hacer es decirle adiós. Que en paz descanse.

martes, 21 de abril de 2009

Una chica Almodóvar



Sabina afirma que quiere ser una chica Almodóvar, y aunque la canción comienza a desenmarañar esa mezcla de misterio y conmoción, de atracción y admiración, pero al mismo tiempo, la percepción del hieratismo católico que evocan los personajes femeninos de los filmes del español (‘Hable con ella’, ‘Todo sobre mi madre’, ‘Volver’, etcétera), la revista ‘Letralia’ publicó recientemente un artículo sobre tres de sus películas.

Las obras de Almodóvar evocan a las novelas de Laforet, aunque cronológicamente no coincidan. Recuerdan a Cela, a los dramas de Buero Vallejo; a la fortaleza de la mujer de la posguerra, que es universal (aunque las tramas no se desarrollen en ese período). Pero combinada con cierto dejo de inocencia que conserva dentro del sensualismo.

Entonar un tango de Gardel mientras el cadáver del esposo aguarda en la nevera. De fondo, los molinos de viento contra los que arremetió el Quijote, y todo símbolo de españolidad posible: el partido del Dépor, los matadores de toros, el viento que enloquece a la gente. España en cada personaje.

La única crítica que haría al artículo es la recurrencia exhaustiva a la biografía del director para justificar elementos de la trama. De hecho, esa es su eje central. Sin embargo desentraña una verdad indiscutible. Buena parte del el encanto de las películas se debe a sus mujeres. Les comparto el link de la publicación.

www.letralia.com/207/articulo09.htm

jueves, 2 de abril de 2009

El miedo puede más que el poema.

lunes, 16 de marzo de 2009

De "Amberes" de Roberto Bolaño




"El silencio ronda en los patios sin dejar papeles escritos, aquello que después llamaremos obra. El silencio lee cartas sentado en un balcón. Pájaros como ronquera, como mujer de voz grave. Ya no pido toda la solead del amor ni la paz del amor ni los espejos. El silencio esplende en los pasillos vacíos, en las radios que ya nadie escucha. El silencio es el amor así como tu voz ronca es un pájaro. Y no existe obra que justifique la lentitud de movimientos y los obstáculos".

La anterior cita fue tomada del libro Amberes, de Roberto Bolaño (Anagrama, 2002), al igual que la que va a continuación:

"Hay una enfermedad secreta llamada Lisa. Es indigna como toda enfermedad y aparece de noche. En el tejido de un lenguaje misterioso cuyas palabras significan sin excepción que el extranjero "no está bien". Y yo quisiera que ella supiera por algún medio que el extranjero "lo pasa mal", "en tierras desconocidas", "sin grandes posibilidades de escribir poesía épica" "sin grandes posibilidades de nada". La enfermedad me lleva a baños extraños e inmóviles donde el agua funciona con una mecánica imprevista. Baños, sueños, cabellos largos que salen de la ventana hasta el mar. La enfermedad es una estela. (El autor aparece sin camisa, con gafas negras, posando con un perro y una mochila en el verano de algún lugar.) "El verano de algún lugar", frases carentes de tranquilidad aunque la imagen que refractan permanezca quieta, como un ataúd delante de una cámar fija. El escritor es un tipo sucio, con las mangas de la camisa arremangadas y el pelo corto mojado en transpiración acarreando tambores de basura. También es un camarero que se observa filmando mientras camina por una playa desierta, de regreso al hotel... "El viento arrastra granos de arena"... "Sin grandes posibilidades"... La enfermedad es estar sentado bajo el faro mirando hacia ninguna parte. El faro es negro, el mar es negro, la chaqueta del escritor también es negra".

(Roberto Bolaño)

Uno de esos libros que te hace pensar en que sería sano dejar de escribir. No hay personajes, o existen como imágenes inconscientes. Como breves pálpitos que encaminan, que tocan de forma oblicua una historia que existe sólo en su cerebro. Por lo demás, sólo la angustia tiene sentido. Alguien mira perplejo una película sin trama. La película es fascinante y descubre que sólo la angustia, y el miedo, y la nostalgia tienen sentido.

lunes, 2 de marzo de 2009

Ningún río

Oye
tú tranquila
no vengo a pedirte
que te rías encima la muerte de Dios
eso
ya es pasado.
Tampoco vengo a hablar de los sujetos
que ayer mataron a un pájaro
o
a una familia
con una honda
o un mal discurso. No.
Todas las noticias son viejas
con el hecho de ser.

Abre la prensa
y lee: el fin del mundo pasó ya
sólo quería contarte una historia
triste y tonta
que te conmoviera o te asustara
para que salieras huyendo
como una silueta que corre frente al sol
cuando anochece.

Mira
no existe ningún río
para sentarse en las riberas
ni ninguna fuente
para que alguien la busque en un diccionario de símbolos.

Sólo deja que te cuente una historia
tonta y triste

martes, 24 de febrero de 2009

Un buen viento derribaría esos árboles



Edward Munch, "Mujer en la ribera del río"

El reflejo del sol sobre el mar hacía que sus ojos se vieran más claros. No supe nunca si en realidad eran verdes o amarillos. No fumaba, pero encendió un cigarro con una tos violenta. –Un buen viento derribaría esos árboles–, dijo. Me di cuenta que no existía nada que impidiera que eso sucediera. Aunque no me importó mucho. Le pregunté que cuánto tiempo llevaba viviendo en la isla. Me vio a los ojos, como si quisiera hacer énfasis en la seriedad de su respuesta: –vi una vez cómo un árbol cayó sobre un carro, toda la gente gritaba bajo la lluvia, pero el piloto no murió–. Dejó de verme y fumó con mucha propiedad. –No recuerdo, fue hace mucho que vine–. Pensé que era difícil encontrar en el escaso mundo de conocidos alguien con esos ojos. –En realidad recuerdo, pero no quiero decirte. Fue hace mucho. Sería tonto que no recordara–.
Entonces yo me hubiera abalanzado sobre ella para abrazarla, y para sentir mi peso contra el suyo en la arena. En vez de eso pregunté por qué los libros eran tan baratos allí y me volvió a ver a los ojos, como haciéndome sentir lo tonto que era para desviar una conversación. Una imagen que por un momento se puso frente a los dos. Un pequeño sueño. El sol sobre el mar daba un color extraño a sus ojos.

martes, 17 de febrero de 2009

No. Ninguna idea. Ningún principio de pensamiento lógico del que pueda sacarse una historia.

Un poema. Nada.
“Uno debe leer el Ulises de James Joyce como un bautista ciego lee el Antiguo Testamento: con fe”. Faulkner.
Sólo dudas hay. No hay fe,

nunca hubo tan poca fe.


Es absurdo pensar que el sudor vale la pena
si se usa para escribir un poema.

Algún día quizá deje de querer escribir
no sé si quiero escribir
escribiré.


viernes, 6 de febrero de 2009

“El asesino sabe más de amor que el poeta”
Sabina

Pienso en el significado de la obsesión mientras veo el cuchillo manchado con la sangre de ella.

“El asesino sabe más de amor que el poeta”. En realidad,
toda persona que sepa de amor es, en cierta forma,
un
asesino.

No leo lo suficiente para ser poeta.
En realidad no pude ni siquiera dormir a mi chucho
cuando se estaba muriendo.
Apenas soy un Carlos, como todos,
los Carlos del mundo
con un cuchillo inservible entre las manos
mordiendo la ira de los justos.

La estatua no puede sangrar.
Los ojos de la estatua apenas pueden derrochar una lágrima insomne.


Alguien toca la puerta y el cuchillo hace un ruido metálico
al estrellarse contra el piso reluciente, recién trapeado,
recién limpio de la sangre de ella.

miércoles, 4 de febrero de 2009



Un susurro. Una noche blanca, del mismo color del cadáver del centro de la sala. Sí. Un cadáver blanco en el centro de la sala. Como recién maquillado. Como recién inventado por una imaginación carente del sentido del fracaso. Todos voltean. Todos saben que no existe, y sin embargo ahí esta, acompañando las copas que se chocan entre risas estúpidas e historias de ese bar oscuro. La invención del cerebro de un niño temeroso de la muerte.

Todo sucede en la orilla de la mitad de la noche. Lam pega un jalón al cigarro y dice que se refugiará entre los libros. Entre las películas y los libros para no verla. La música deja poco espacio a la conversación. Una señora gorda baila con un joven borracho que despertará al día siguiente muy arrepentido. Lam confiesa que se gastó su indemnización en comprar libros nuevos de Bolaño y de Pessoa. Preguntan qué leo. Poco, como siempre. Faulkner, los diarios de Kafka, una obra perdida de Flaubert. El último libro que Flaubert dejó inconcluso. Zam se para en la mesa. Las señoras que están en la barra voltean a ver sólo un momento, y siguen bebiendo. Comienza a decir de memoria un poema de Mallarmé. Yo pienso que esa imagen ya se ha repetido varias veces. Los detectives, Los perros románticos, ambos libros de Bolaño. Un tipo del tamaño de una pared nos pide que nos vayamos. Pagamos la cuenta y salimos del bar, como tres hombres borrachos que no esperan nada de su vida. Alguien dijo que fuéramos a otro lado y vamos, compramos más cerveza (aún más cerveza) para continuar hablando de lo bueno que es Bukowski cuando uno está sentimentalmente alterado. Me fijo en los pies de la una chica que camina con sus amigos al otro lado de la calle. El acompañante se me queda viendo furioso y se aproxima a mí. Los tres estamos borrachísimos, esperando como espartanos fracasados a que los tipos lleguen. Esperando a que un guardaespaldas nos apunte al pecho sin que nos inmutemos. Esperamos la oportunidad para reírnos de la muerte.

Encontramos el cadáver de nuevo. Frente a nosotros un hombre muerto comienza a llenarse de hormigas. Alguien vomita. Yo le ofrezco mi hombro para que no se desplome sobre el muerto. Enciendo un cigarro. Seguimos caminando.

jueves, 22 de enero de 2009

Para mi May (un sueño)


“Amada imaginación, lo que más amo en ti es que jamás perdonas”
Bréton

Soñé que llevaba años sin visitar mi casa en El Jícaro. Quizá la única casa que ha sido mía a plenitud. Llegué y mi infancia jugaba en el patio de enfrente, escondiéndose tras los limonarios, jugando que las hojas de los árboles eran soldados y disparando las espinas de los árboles de limón, porque los espineros eran monstruos. Me vi trepando el jocote, el mismo jocote en el que viajaba por ser mi nave espacial. El mismo jocote en el que me subí a llorar cuando mi madre me dijo que mi hermano podía morir. Y mi abuela vivía sola en la casa enorme. Ya no podía moverse de donde estaba, ya no podía levantarse de su hamaca a cortar limón o visitar el regadío, que ya no existía. Se sentaba en la hamaca los días enteros, y la encontré ciega e inválida, soñando con sus caballos que ya no existían. Diciéndome el nombre de todos sus caballos y yo me di cuenta que había perdido todo lo que tenía en esta vida al irme de El Jícaro. También recuerdo que soñé que iba al patio de atrás, en donde los árboles habían construido un camino estrecho con sus raíces y eso era todo lo que quedaba de la casa de mi infancia, porque mi abuela estaba ciega, y no podía impedir que su espacio vital fuera reduciéndose por efecto natural. Recuerdo que me dijo que lo había perdido todo y yo le pregunté porqué, pero ella hablaba sólo de sus caballos y de mi niñez, que apareció frente a mí de forma lejana. Nunca encontré a alguien con los ojos más grises o verdes que mi abuela, (son grises o verdes, dice, dependiendo la hora), y ella me habló de sus terrenos, que ya no existían, y de sus caballos, que tampoco existían, pero que galopan a un paso lento y sublime en su imaginación de niña.

miércoles, 21 de enero de 2009

Gyorg

2. (VARIANTE)

Un payaso ríe en París
pasa un automóvil
el piloto
maldice y blasfema
mientras suena la bocina.

Un payaso se orina de la risa
sosteniendo un vaso de arsénico
en una hermosa calle parisina.

1.

Gyorg entristece
Dios escribe el poema de su muerte
y Gyorg
llora con un vaso en la mano derecha.
se orina de la risa con un vaso de cianuro
en la mano derecha

se da cuenta
que los poetas no pueden morir crucificados.

Que no hay martirio al escribir un poema.
Que,
de alguna forma,
todo poema es la consumación de un temor.

Dios escribe el poema de su muerte
Y Gyorg se entristece de verlo así.
Para ayudarlo
es preciso ser poeta.
Tal vez en lugar de ser payaso
hubiera preferido ser poeta
y así
ayudar a Dios a escribir el poema de su muerte.