domingo, 23 de enero de 2011

Me despedí de un planeta eternamente triste y tuve energía para escribir. Esa energía cansada y reincidente de los escritores mediocres. Nunca escribía con la furia con que escribían Onetti o Rimbaud sino con la calma de quien se sabe noctámbulo de las despedidas y exilia la soledad con los libros. Con los despojos de un alma descendiendo hacia las cenizas de un fénix cansado de fracasar en el delirio oscilante de la vida.

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