Hay una jaula.
Un tipo desnudo frente a un ventilador en un día de verano.
Treinta y ocho a la sombra: un tiempo y otro. Música en español.
Hambre sobre las calles de Europa. Todos duermen. Abajo
alguien le pide que se quede. Hay que dejar de leer poemas
o leer más. Estos años ha sido demasiado torpe. Tal vez haya envejecido
demasiado pronto, mientras siguen gritando de dolor
entre las llamas. Hablan. Dicen cualquier cosa. Inventan abismos y caen.
Cada una es un fósforo encendido que eleva una plegaria.
A veces piensa que los poemas son certezas.
Ellas siguen gritando
entre las llamas, como verdaderas poetas. Ahora
nada es cierto. Nadie envejecerá en este poema
sin la tormenta de los siglos.
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