"Vendrá la muerte y tendrá tus ojos", Pavese.
Un automóvil negro se confunde con la noche
y tu boca dibuja lenta la tragedia del mundo que envejece.
No era yo quien dibujaría una flor de silencio en tu vientre.
No me dejes aquí, siendo padre
sin terminar de repartir la historia del fracaso
donde ni siquiera el vértigo es real.
Quisiera poder cortar la lengua de tus fantasmas
pero no serán tuyas las flores que adornarán mi tumba
y sólo tus palabras poblarán esta inútil guerra triste.
El delirio puede martillar los clavos de las cruces sobre los papeles
donde esté tu nombre escrito junto a la historia.
Adelántate, cóbrate tus películas
y la sangre de los santos a los que ruegas una vida sin tropiezos.
Porque acaricio mi revólver y pienso en tus ojos de caos.
Mátame si algún día se me ocurre ser héroe.
Dispárame aquí, donde aún se escucha la angustia de tu despedida
pero no me dejes siendo hombre en medio de tanto silencio.
Alguna vez llenaste la ventana de quien espera luego del naufragio.
Pero todas las desgracias del mundo tienen sentido.
El futuro no existe. Lo sabes
cuando adornas con poemas tu vestido de muerte
tu útero estéril
con una flor, desde mi semilla,
una espina más entre tus huesos.
Y el cadáver de un hombre:
siempre he sido yo.
Fotografía: Walker Evans.
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