domingo, 14 de marzo de 2010

El rostro de un niño enerva la mañana

El rostro de un niño enerva la mañana. El círculo es frágil si aparta la vida de los otros. Una mujer vestida de blanco cogió un ramo de rosas, cubría su rostro con un velo. Nadie llama a nadie. Los nombres se escapan del calor de una lucha estúpida. Nadie sabe si el futuro es real, o si el pasado no es un resplandor difuso devorado por la muerte. Nadie sabe nada. Objetos simples comienzan a cobrar importancia: un cigarrillo encendido en un basurero. Un tiovivo que da vueltas al mundo en un rincón de París que nadie conoce. Ríe un vendedor de seguros. Llueve.

El futuro deja de ser una sombra temerosa de sí. Los nervios de la mañana se aturden con el llanto. Viento. Algo amanece. El suicida despierta de un sueño imprevisto. Los milagros no existen. Una risa tétrica. Nada.

"In Holstenwall, where I was born...".

Imagen tomada de la película El gabinete del doctor Caligari.

sábado, 6 de marzo de 2010

Escrito leyendo La Náusea

Quisiera tener algún motivo para estar cansado, pero ahora no sé por qué mis ojos se agotan frente al monitor y existe en el aire una predisposición siniestra hacia la calma. Hacia eso que pasa en la retina y no deja nada. Eso es: nada. Ningún libro me atrae hoy. Ni siquiera tengo un buen recuerdo del que pueda reírme y antes de sentarme a escribir este papel, sólo veía por la ventana que el mundo envejecía y me daba cuenta de esto que es lo único que lo habita.

Tarde o temprano, las personas se arrepienten de algo. Yo no lo he hecho. Sería una buena señal. Pensaría que esto vale lo suficiente como para arrepentirse de algo. Al ver hacia atrás, sólo veo a toda la gente que ha preferido cualquier otra cosa con tal de vivir. Y me ha dejado solo. Tal vez, en el fondo, lo agradezca; pero hoy pienso, siento eso. Y no termino de acostumbrarme a mis paredes.

Internet ofrece una forma distinta de aislamiento. A lo largo es lo mismo. Nada.

Es necesario escribir.