miércoles, 1 de septiembre de 2010

Ahora sólo puedo ver cómo esperas la caricia de aquel demonio hermoso que no te escucha sino que calla mientras se lleva a la gente sobre el caballo de la muerte. Ahora no puedo ser más que aquel pálido espantapájaros para mirar cómo tocas un instrumento musical que te hace desaparecer o dormir. Me he revolcado entre el fango y he masticado las cenizas de lo que no hemos sido y hoy me pregunto de qué color ha de ser el rostro de tu muerte cuando se sienta sobre las dunas de la caricia de la distancia. Ahora sólo puedo ver cómo esperas las alas que te han de llevar bajo la tierra a nacer en el centro del universo a estallar como un girasol muriéndose. Quiero pensar que no has ido al teatro o a aquellos sucios bares del centro y que no has reído bajo el reflejo pálido de la luna sobre los charcos dibujándose bajo la lluvia y que no has sido sino la máquina gastada y fiel que sufre bajo el golpe de los engranajes corroídos por el polvo y la música escapándose de los vientres contraídos y de la piel cercana.