sábado, 27 de agosto de 2011

Los demonios de Urbina (piezas sueltas)

3.

Aquí están los locos, quemándose

sin que sus gritos se escuchen como la voz

que clamó en el desierto de los locos.

Aquí están los locos diciendo lo que ellos

no escucharon. Aquí el calendario

con números rojos señalando la fecha

en que descenderá Dios

para martillar los clavos de las cruces

que lloverán sobre los últimos días.

Aquí estamos sólo gritando por el

fuego de la demencia que nos une. Baja, Dios:

el infierno está vacío.

9.

Los elefantes despejan el camino que conduce al acantilado.

Los sigue con los ojos vendados. La canción se pierde entre el estrépito y el miedo.

Recuerda que ninguna palabra es suficiente para interrumpir el camino de las hormigas

que devoran al incauto que envejeció sin salirse del pasto caníbal.

Alto, grita y la muerte le duele tanto menos.

Entonces recuerda los pasos de ella tras los elefantes del primer hombre marchando hacia el acantilado.

Tranquilo. Dios nunca volverá a destruir estas tierras.

En cambio, crecerá asfalto.

Flores de concreto y mujeres falsas.

Hombres plásticos. Jardines llenos de falos enormes de cristal y hormigo.

“Edificios de mil ventanas se alzarán resplandecientes”

Ese será su infierno.


10.

No nos hemos arrodillado ante el abismo

por temor a Dios. El abismo nos llama

porque estamos solos y los caballos

atraviesan furiosos un campo plano.

No. El abismo no es nuestro padre

sino nuestro único destino fiel. Nuestra palabra

despojada de los murmullos de los hombres.

El abismo no es nuestro padre

sino nuestro único amante.

Imagen: The Flatiron, Edward Steichen

sábado, 13 de agosto de 2011

Un día fuiste otra Magdalena

Un día fuiste otra Magdalena. Estuviste entre mis brazos que dormían y te llamé por un nombre que no es tuyo. Te dije Magda y hoy no recuerdo cómo te llamas pero se atraviesa en la vida una mujer y un niño dentro de mí se estremece: ella es Magdalena. Magda viendo la luna. Una vez pensé en eso aunque jamás existió luna ni ángel para celebrar tu silencio entre nosotros. Sólo tu risa existía en este valle coronado por la espuma y la miel que saboreamos de la angustia. Sólo tu risa poblaba el silencio con que yo respondía ante el mundo como un ladrón que roba la paz que no puede pertenecerle. Sólo tu risa de Magdalena en este valle de lágrimas y silencio.