La ciudad llorará por ti, nunca pudo sobrevivir
sin tu rostro, y yo escribiré, por fin, el largo poema sin dedicatoria que
prometí hacer el día que tu cuerpo pobló las calles que hoy se marchitan. Todos
caminarán hacia un lugar imposible y no sospecharán que la música que guía sus
pasos es la misma que el olvido les escupe desde la piel del abismo. Sobre
nuestras frentes se dibujarán todas las posibilidades felices con que dios nunca
coronó nuestras súplicas. Y el infierno y el cielo y Dante mismo llorarán por
ti y yo saldré descalzo a preguntar tu nombre a las avenidas del centro.
Responderá el eco de los poemas tontos que te escribí. Responderá el filo
ensangrentado con que corté el cuello de mi cordura. Responderán los ojos rojos
de un niño que clava una flecha envenenada en el corazón de su padre.
Responderá el rostro y el vestido y el precio de un maniquí que me recuerda tu
ausencia desde un anaquel con demasiado pasado. Y yo estaré solo sobre una
ciudad sin lágrimas ni silencio. Con la absurda valentía de quien se lo ha
perdido casi todo pero que aún no se va y decide descubrir cuál es el fondo del
inútil abismo. Yo estaré arrepintiéndome de saltar, al último momento.
Masturbándome en los baños públicos con lágrimas austeras en el rostro.
Deseando la caída de los ángeles y la muerte de los mendigos. Sin arriesgarme
demasiado. Sin perder la ruta correcta hacia la tumba.
1.
Abrir esa ventana
Para que en la
calle se escuche esta música
Y la gente,
confundida, tire piedras contra la noche
Y se confunda la
noche y la tinta con que escribo
Y derramen ambas lucidez
sobre mi sangre.
Entonces el caos
necesitará de un dios
Pero dentro de mí
sólo podré encontrar la oscuridad
Caerán los cuerpos
junto con las piedras
Y se apagarán todas
las velas de fuego humano.
Cuando todo acabe
habrá silencio y el
loco pensará
“La ira de Dios ha terminado”
Un rumor maligno se
cernirá sobre las cabezas
Y dibujará signos malditos
con la ceniza humana.
Las calles serán un
pentagrama.
El loco no sabe la
diferencia entre la música
Y la sangre de las
notas sobre el concreto.
La música será lo
único cierto:
La tragedia del
principio y del final.
Imagen: Los mendigos, Pieter Brueghel.
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