domingo, 17 de mayo de 2009

Benedetti



Recuerdo que no había cumplido diecisiete años y que guardaba el dinero de la refacción para ir a un café internet con un disquete. Abría un documento de Word y bajaba poemas de Benedetti. Vivía sólo con mis primas. Si en la computadora había tinta imprimía los poemas recién adquiridos. Alguna vez intenté aprenderme uno.

Puede que hasta cierto punto el volumen literario de su creación junto con la voluptuosidad del mercadeo en torno a su imagen opaquen la apreciación de su calidad. Puede que posea una calidad extraña, que sea apreciable en la adolescencia (como dice Meza).

No sé si leeré de nuevo una obra suya, y jamás estuve pendiente de sus publicaciones (ni siquiera cuando trabajaba en sophos); pero estando en el bachillerato me acuerdo que recité aquel poema de “así estamos/ consternados/ rabiosos”, en ese entonces pensaba que decir un poema de memoria era valioso. No voy a declarar una idílica relación con el autor uruguayo. De algo estoy seguro y no lo digo solamente por una experiencia personal: Benedetti es el autor de adolescencia de muchos –y -me atrevería a decir que de la mayoría- autores contemporáneos.

Muchos jóvenes sin mayor pretensión de convertirse en escritores son lectores de Benedetti. Una dramatización injusta sería decir que fue algo así como el Corín Tellado de la poesía. Obviamente alguien quisiera lincharme pero si me dejan que explique, hablo de la importancia por su labor de difusión. Benedetti escribía poemas sencillos que… algo tenían para que casi todo tipo que supiera leer y que tuviera sus ratos melancolicoides y se las llevara de profundo los leyera. En fin, murió un Quijote de la literatura. Alguien que además, supo aprovechar las oportunidades de publicación y difusión de su obra. No fue un mártir, pero sí un trabajador de las letras que estaba consciente de lo que significa ser escritor. Lo menos que uno puede hacer es decirle adiós. Que en paz descanse.